martes, 22 de octubre de 2013

III Media Maratón Popular de Castilla-La Mancha

En algunas ocasiones ya he hablado de la figura de los guías de atletismo para ciegos totales. Siempre he intentado dar una visión desde el punto de vista tanto deportivo como del ser humano a este respecto.

Este fin de semana mis actuales guías, Antonio Vicente Criado y David Magán, Anvi y el Coleta para los amigos, iban a saber en qué consiste la figura del guía.

Para los que no lo sepáis, la cuestión no se basa sólo en entrenar algún día de la semana o asistir a una carrera un dominguete. La cosa va más allá cuando se trata de dejar tu casa y a tu familia durante todo un fin de semana y dedicarte en exclusiva a, en este caso, mi persona.

Me cuesta encontrar guías con la calidad que necesito, pero aún más me cuesta encontrarlos con ese espíritu altruista que la figura representa. Anvi y David representan todos estos valores. Así me lo han demostrado en este viaje. Tenían algo a su favor y es que uno es urdeño y otro pueblano y esto ya es un rasgo de su categoría y valor.

Sí amigos, pues hay que tener mucho valor y decisión para llevar corriendo atado con una cuerda jamonera a un ciego, por un circuito lleno de grietas, baches, badenes, con la gente que se cruza porque no saben que no ves…

De este viaje podría destacar mil y una anécdotas y no sé si sabría plasmar la esencia de lo que realmente queda. Estas líneas no son la crónica de una carrera, como me han pedido mis amigos, son la crónica de dos fantásticos atletas y mejores personas.

Una semana bastante mala para mí en la que tenía que volver a competir. Una vez más preparándome la maleta, una vez más saliendo de viaje hacia la competición, una vez más poniendo en marcha el chip competitivo: no hay dolor, todo está bien, vamos a disfrutar y a darlo todo. Esas son algunas de las consignas que debes poner en práctica, estés o no lesionado, con catarro o con una mala situación circunstancial, es decir, positivo al cien por cien.

Así salí de Talavera con la buena compañía de mi padre hacia La Puebla de Montalbán, en busca de mis dos amigos. Al llegar, un buen café nos hizo compartir unos maravillosos minutos para que mi padre conociese a estos fenómenos. Pronto nos dispusimos para ir en busca de la ayuda inestimable de mi amiga Yolanda y así partimos de tierras toledanas en busca de la Media Maratón de Ciudad Real. Llegamos al fantástico hotel que nos ofreció la organización y fuimos a estirar las piernas, coger el dorsal y ver algo del circuito. Pronto, Anvi se percató de los problemas que íbamos a tene: calles muy estrechas, badenes agrietados y un recorrido que transitaba zigzagueando por las calles de la ciudad en su mayor parte. Bueno, no pasa nada, hemos venido a reventar y lo vamos a hacer.

Después de la cena, tuvimos tiempo de reírnos y charlar tirados en sendos colchones mientras al fondo la tele- tonta hablaba de qué sé yo. Preparamos las mochilas y decidimos que el kilómetro y medio que había hasta la salida lo haríamos de calentamiento y así saldríamos directamente cambiados desde el hotel.

Eran las 4 de la mañana y el sueño profundo del que gozaba se vio interrumpido por la necesidad imperiosa provocada por la excesiva hidratación. Solucionado el percance e intentando hacer el mínimo ruido posible para no despertar a mis amigos, me dispuse de nuevo a entregarme a los brazos de Morfeo. A la mañana siguiente el bueno de David, me comenta que si oyó mi paseo nocturno y nos sirvió para las primeras risas del día.

Tenemos tiempo y desayunamos tranquilamente, yo unas buenas tostadas con aceite y mermelada, Anvi con su zumito, plátano y demás viandas y el gran David cuidándose como siempre, napolitana de chocolate y croissant gigante.

Con los deberes hechos, como manda la tradición, nos cambiamos y salimos hacia la salida de la carrera. El día no es tan frío como lo pintaban, el ambiente y los corredores van poblando las calles de esta bonita localidad manchega.

Nos colocamos en la primera fila para el pistoletazo de salida después de unas progresiones y de ver que efectivamente el terreno no era lo ideal para nosotros.

La primera mitad del recorrido la hice con Anvi y aunque intentábamos ir sobre 3:50 el km, cada vez que se estrechaba la carretera y venían las dificultades perdíamos unos segundos maravillosos. Hasta el kilómetro 10 íbamos sobre el tiempo previsto, aunque realizando esfuerzos extras en las rectas que presentaba el circuito y aunque fuesen cuesta arriba, ganábamos por ser en línea recta. Anvi tenía ganas de correr, pero yo no daba más y le dije que tirase sólo a meta que ya le tocaba al gran David.

A David hay que pararle los pies, porque tiene una fuerza que te lleva aunque sea “arrastras”. Hicimos unos kilómetros muy buenos bajando incluso de 3:50, pero al llegar a Miguelturra volvimos a tener problemas con las calles y en uno de esos vaivenes caí a plomo al torcer una calle con pendiente y mi maltrecha pierna se quejó bastante. Después se nos cayó la botella de agua y tuvimos que dar un puntito más de positividad.

Empiezan las cuestas allá por el kilómetro 18 y empezamos a remontar y a adelantar a todos los que nos pasaron en el pueblo y el gran David se vino arriba y ya me sacó todo lo que pudo. Muy fuertes íbamos hasta que a 700 m. de la llegada volvieron los problemas, nos metimos por el desvió del maratón, dimos la vuelta frenando en seco y metí el pie en una boca de riego, alcantarilla o qué sé yo. La llegada al estadio se me hizo eterna con tantos zig-zag y teniendo para colmo que subir un escalón antes de entrar en la pista.

Llegué mareado y el tiempo no reflejaba la carrera que habíamos hecho. Aún así hicimos récord de España bajando en dos segundos la marca anterior.

Después vino lo mejor, unas buenas migas manchegas con su huevo frito, revuelto cazurro y unas buenas palmeras de chocolate para rematar.

Seguimos camino a Valencia, seguimos sumando y sobre todo, seguimos aprendiendo y compartiendo vivencias increíbles.

jueves, 10 de octubre de 2013

Aprendiendo el camino

Siempre lo busqué, siempre lo tuve ahí, siempre con su presencia rondándome la cabeza.

Esperando, haciéndome digno de gozar de su presencia. Ahora por fin, después de más de cuatro años de preparación atlética, ya te tengo cerca. Ya puedo empezar a beber de tu fuente, puedo saludar al alba con el rodaje perfecto, disfrutar de las interminables repeticiones kilométricas en forma de series. Vaciarme poco a poco en las largas tiradas dejándome un resquicio de mi pensamiento para sobreponerme y notar de nuevo el subidón de la carrera, justo después de haber agonizado unos instantes antes.

Puedo escuchar y sentir como mi corazón va ajustando sus ritmos cada día, ralentizándose, bajando su frecuencia, adaptándose a la distancia mítica.

Puedo sentir cada mañana el silencioso grito de mis huesos pidiendo clemencia y al mismo tiempo siento que lo que quieren es justo lo contrario. Deseo de esforzarse de nuevo, toda la maquinaria en perfecta sincronía engrasándose y poniéndose de nuevo a las órdenes de un deseo llamado MARATÓN.

Un día más, una nueva ilusión, mil vivencias en cada kilómetro que recorres con los tuyos.

Gran camino el de los héroes de los 42.195 m.