martes, 24 de diciembre de 2013

Más que una San Silvestre



Este año he tenido la suerte de encontrarme con dos excelentes personas. Se trata, ni màs ni menos, que de mis dos guías: David Magan y Anvi Criado. El primero es natural de La Puebla de Montalban y el segundo, aunque es urdeńo, vive en La Puebla y es pueblano como el que más. El caso es que, por estas circunstancias, he tenido el honor de ser invitado a su gran San Silvestre.

La ilusión de ir a correr esta prueba me hizo realizar unos entrenamientos bastante buenos para coger algo de chispa en las piernas y tambien me sirvió para coger un trancazo considerable. Toda la semana con fiebre y una bronquitis aguda no iba a suponer mi renuncia a estar allí con mi amigos. La carrera se disputaba el sábado a las 4:40 de la tarde y yo el jueves andaba aún con fiebre. Mira que sienta mal no poder estar al cien por cien, pero peor no poder ir!

Vino a buscarme mi amiga Yolanda a Talavera y partimos hacia La Puebla con mucha ilusión y ganas de darlo todo, como se suele decir. Cuando llegué zona de la carrera no me imaginaba la que me tenían preparada los amigos de los Runners San Miguel y prácticamente todo el pueblo.

Pronto escuché al speaker anunciar mi presencia, lo que empezó a darme vergüenza, prefiero pasar desapercibido, no me siento nada del otro mundo. Estaba todo preparado, así que nos pusimos a calentar y dimos una vuelta por el circuito para hacerme una idea . El circuito se presentaba bastante rápido y eso me animó más aún.

El encargado de llevarme por las calles de tan bonita localidad era el gran David Magan. Una vez más prefirió llevarme a mi que ganar en su pueblo, además se inscribió como no local para no optar a ningún premio como local. Anvi, por su parte, salió a disputar la carrera con los otros runners y con el gran Montero.

Se dio la salida y aunque lo hicimos en primera linea, todavía nos queda mucho por mejorar y creo que es la vez que me ha dado más miedo. David se paró, pues la gente salió disparada y él no se atrevió a seguir por precaución. Al final nos arrollaron . Hay que salir más rápido y sin miedo le dije a la postre, pero ya lo ensayaremos bien.

En la segunda o tercera curva volvimos a tener otro gran problema y es que había uno o dos coches en medio de la calle, se hizo un tapón y me tuve que parar en seco y a la velocidad que íbamos… En fin, que desistí de correr hasta pillar una recta.

Conseguimos remontar mucho gracias, en gran medida, al calor de los ánimos de toda la gente que conocía a David y que no pararon de animarnos en todo el recorrido. Cuando pasábamos de nuevo por la zona de meta, se me ponía la carne de gallina de la que había allí montada y el speaker hacía que eso fuese una fiesta de las grandes. Corrimos mucho y sacamos una media muy buena, aunque no pudimos coger a Anvi, que a la postre fue el 1º local, demostrando su espectacular estado de forma , después el gran Montero y Tito, uno de los runners, y detrás, tan a gustito, nosotros.

El ganador de la carrera absoluta fue David Salinero. Pero lo bueno, vino después. Los runners me hicieron entrega de su traje de competición en un acto emocionante en el que además el alcalde me obsequio con una caja de mazapanes que no os podéis imaginar lo buenos que están. En fin, muerto de vergüenza , pero con el gran cariño que me mostró todo el pueblo, guardaré este recuerdo en mi corazón como uno de los tesoros que me ha dado este deporte.

martes, 22 de octubre de 2013

III Media Maratón Popular de Castilla-La Mancha

En algunas ocasiones ya he hablado de la figura de los guías de atletismo para ciegos totales. Siempre he intentado dar una visión desde el punto de vista tanto deportivo como del ser humano a este respecto.

Este fin de semana mis actuales guías, Antonio Vicente Criado y David Magán, Anvi y el Coleta para los amigos, iban a saber en qué consiste la figura del guía.

Para los que no lo sepáis, la cuestión no se basa sólo en entrenar algún día de la semana o asistir a una carrera un dominguete. La cosa va más allá cuando se trata de dejar tu casa y a tu familia durante todo un fin de semana y dedicarte en exclusiva a, en este caso, mi persona.

Me cuesta encontrar guías con la calidad que necesito, pero aún más me cuesta encontrarlos con ese espíritu altruista que la figura representa. Anvi y David representan todos estos valores. Así me lo han demostrado en este viaje. Tenían algo a su favor y es que uno es urdeño y otro pueblano y esto ya es un rasgo de su categoría y valor.

Sí amigos, pues hay que tener mucho valor y decisión para llevar corriendo atado con una cuerda jamonera a un ciego, por un circuito lleno de grietas, baches, badenes, con la gente que se cruza porque no saben que no ves…

De este viaje podría destacar mil y una anécdotas y no sé si sabría plasmar la esencia de lo que realmente queda. Estas líneas no son la crónica de una carrera, como me han pedido mis amigos, son la crónica de dos fantásticos atletas y mejores personas.

Una semana bastante mala para mí en la que tenía que volver a competir. Una vez más preparándome la maleta, una vez más saliendo de viaje hacia la competición, una vez más poniendo en marcha el chip competitivo: no hay dolor, todo está bien, vamos a disfrutar y a darlo todo. Esas son algunas de las consignas que debes poner en práctica, estés o no lesionado, con catarro o con una mala situación circunstancial, es decir, positivo al cien por cien.

Así salí de Talavera con la buena compañía de mi padre hacia La Puebla de Montalbán, en busca de mis dos amigos. Al llegar, un buen café nos hizo compartir unos maravillosos minutos para que mi padre conociese a estos fenómenos. Pronto nos dispusimos para ir en busca de la ayuda inestimable de mi amiga Yolanda y así partimos de tierras toledanas en busca de la Media Maratón de Ciudad Real. Llegamos al fantástico hotel que nos ofreció la organización y fuimos a estirar las piernas, coger el dorsal y ver algo del circuito. Pronto, Anvi se percató de los problemas que íbamos a tene: calles muy estrechas, badenes agrietados y un recorrido que transitaba zigzagueando por las calles de la ciudad en su mayor parte. Bueno, no pasa nada, hemos venido a reventar y lo vamos a hacer.

Después de la cena, tuvimos tiempo de reírnos y charlar tirados en sendos colchones mientras al fondo la tele- tonta hablaba de qué sé yo. Preparamos las mochilas y decidimos que el kilómetro y medio que había hasta la salida lo haríamos de calentamiento y así saldríamos directamente cambiados desde el hotel.

Eran las 4 de la mañana y el sueño profundo del que gozaba se vio interrumpido por la necesidad imperiosa provocada por la excesiva hidratación. Solucionado el percance e intentando hacer el mínimo ruido posible para no despertar a mis amigos, me dispuse de nuevo a entregarme a los brazos de Morfeo. A la mañana siguiente el bueno de David, me comenta que si oyó mi paseo nocturno y nos sirvió para las primeras risas del día.

Tenemos tiempo y desayunamos tranquilamente, yo unas buenas tostadas con aceite y mermelada, Anvi con su zumito, plátano y demás viandas y el gran David cuidándose como siempre, napolitana de chocolate y croissant gigante.

Con los deberes hechos, como manda la tradición, nos cambiamos y salimos hacia la salida de la carrera. El día no es tan frío como lo pintaban, el ambiente y los corredores van poblando las calles de esta bonita localidad manchega.

Nos colocamos en la primera fila para el pistoletazo de salida después de unas progresiones y de ver que efectivamente el terreno no era lo ideal para nosotros.

La primera mitad del recorrido la hice con Anvi y aunque intentábamos ir sobre 3:50 el km, cada vez que se estrechaba la carretera y venían las dificultades perdíamos unos segundos maravillosos. Hasta el kilómetro 10 íbamos sobre el tiempo previsto, aunque realizando esfuerzos extras en las rectas que presentaba el circuito y aunque fuesen cuesta arriba, ganábamos por ser en línea recta. Anvi tenía ganas de correr, pero yo no daba más y le dije que tirase sólo a meta que ya le tocaba al gran David.

A David hay que pararle los pies, porque tiene una fuerza que te lleva aunque sea “arrastras”. Hicimos unos kilómetros muy buenos bajando incluso de 3:50, pero al llegar a Miguelturra volvimos a tener problemas con las calles y en uno de esos vaivenes caí a plomo al torcer una calle con pendiente y mi maltrecha pierna se quejó bastante. Después se nos cayó la botella de agua y tuvimos que dar un puntito más de positividad.

Empiezan las cuestas allá por el kilómetro 18 y empezamos a remontar y a adelantar a todos los que nos pasaron en el pueblo y el gran David se vino arriba y ya me sacó todo lo que pudo. Muy fuertes íbamos hasta que a 700 m. de la llegada volvieron los problemas, nos metimos por el desvió del maratón, dimos la vuelta frenando en seco y metí el pie en una boca de riego, alcantarilla o qué sé yo. La llegada al estadio se me hizo eterna con tantos zig-zag y teniendo para colmo que subir un escalón antes de entrar en la pista.

Llegué mareado y el tiempo no reflejaba la carrera que habíamos hecho. Aún así hicimos récord de España bajando en dos segundos la marca anterior.

Después vino lo mejor, unas buenas migas manchegas con su huevo frito, revuelto cazurro y unas buenas palmeras de chocolate para rematar.

Seguimos camino a Valencia, seguimos sumando y sobre todo, seguimos aprendiendo y compartiendo vivencias increíbles.

jueves, 10 de octubre de 2013

Aprendiendo el camino

Siempre lo busqué, siempre lo tuve ahí, siempre con su presencia rondándome la cabeza.

Esperando, haciéndome digno de gozar de su presencia. Ahora por fin, después de más de cuatro años de preparación atlética, ya te tengo cerca. Ya puedo empezar a beber de tu fuente, puedo saludar al alba con el rodaje perfecto, disfrutar de las interminables repeticiones kilométricas en forma de series. Vaciarme poco a poco en las largas tiradas dejándome un resquicio de mi pensamiento para sobreponerme y notar de nuevo el subidón de la carrera, justo después de haber agonizado unos instantes antes.

Puedo escuchar y sentir como mi corazón va ajustando sus ritmos cada día, ralentizándose, bajando su frecuencia, adaptándose a la distancia mítica.

Puedo sentir cada mañana el silencioso grito de mis huesos pidiendo clemencia y al mismo tiempo siento que lo que quieren es justo lo contrario. Deseo de esforzarse de nuevo, toda la maquinaria en perfecta sincronía engrasándose y poniéndose de nuevo a las órdenes de un deseo llamado MARATÓN.

Un día más, una nueva ilusión, mil vivencias en cada kilómetro que recorres con los tuyos.

Gran camino el de los héroes de los 42.195 m.

martes, 20 de agosto de 2013

2013. El año después de los Juegos.

Con mi llegada al aeropuerto de Barajas, en septiembre del año pasado, concluía mi ciclo paralímpico. Atrás dejaba mucho trabajo, mucho esfuerzo, muchas ilusiones cumplidas.

Recuerdo aún el gran recibimiento que nos brindaron cuando salíamos por la puerta para encontrarnos con nuestros familiares y amigos. Un impresionante despliegue de medios de comunicación, cámaras, música en directo con dj y un montón de gente con banderas, aplaudiendo mientras que avanzábamos por el pasillo que nos habían habilitado para la ocasión. Yo estaba deseando encontrarme con los míos y recuerdo que mi intención era pasar lo más desapercibido y perderme entre la multitud, pero no fue así. Mi gran amigo Alberto se empeñó en que le acompañase en aquel pasillo de la gloria que nos habían improvisado. Alberto, con su flagrante medalla de oro que le acreditaba como campeón paralímpico de Maratón.

Llenos de emoción y con una gran sonrisa, mi amigo Alberto empujaba su carrito de las maletas encabezando aquel desfile al tiempo que los focos de las cámaras de televisión le enfocaban. Yo intentaba ir justo detrás de él, enganchado a su hombro e intentando taparme, no quería quitarles protagonismo a los medallistas, pero mi amigo se empeñó en que fuese con él, haciendo, si cabe, aún mayor su grandeza y humildad.

Pronto escuché la voz de mis familiares y aprovechando que la mujer de mi otro gran amigo y campeón David Casinos venia justo al lado, cómo con un derrapaje de esos que hacen los ciclistas, cambié de hombro al de Celia y por uno de los laterales del pasillo me enganché al de mi mujer para salir de aquel pasillo y abrazar a mis seres queridos.

No pude quedarme en Madrid para las celebraciones que teníamos preparadas y las visitas a los distintos patrocinadores del equipo paralímpico pues me tenía que incorporar al nuevo curso en la Universidad de Toledo, que ya había empezado.

Otro reto, nada más bajarme del avión: estudiar la carrera de Fisioterapia en Toledo. Empezar de nuevo. Las calles de Toledo me esperaban. Mi nuevo reto. Una ciudad que no conocía. Tuve que aprenderme sus calles, las paradas de autobús, vivir en otra casa que no era la mía y enfrentarme a estudiar en una Universidad en la que nunca habían dado clase de fisioterapia a ningún ciego. Menos mal que contaba con la ayuda siempre inestimable de mi amiga Yolanda.

El primer cuatrimestre fue durísimo: entre golpes con los típicos coches que aparcan en la acera y la poca accesibilidad existente para el desarrollo de mis estudios, el resultado de mis esfuerzos por estudiar no dio sus frutos.

Pero amigos, siempre hay motivos para seguir adelante. Mucho y mal se habla de la juventud que nos rodea, pero no os equivoquéis, no es así. En clase encontré el apoyo de mis 80 compañeros, seguro que a más de uno le doblaba la edad. Gente tan joven y tan bien preparada. Me sorprendieron a los pocos días de mi llegada. Me ayudaban a llegar a las clases, cuándo me veían por aquellas calles de adoquines, dónde mi bastón se atranca con facilidad y apenas existen referencias para poder llegar a buen puerto, y si además le añadimos las lluvias y los charcos, la gimkana que tenía que hacer cada día era de aúpa, pero merecía la pena. Pronto empezaron a dejarme apuntes y a facilitarme las cosas. Gran sensibilidad la de mis compañeros que en muchas ocasiones me hizo emocionarme en mis ratos de soledad buscada.

También los profesores tuvieron que hacer un esfuerzo para adaptarse a la nueva situación y es algo de agradecer. Sin duda que hay mucho que mejorar entre todos, pero el camino ya se ha empezado.

El curso lo acabé muy satisfactoriamente y lo intenté compaginar además con mi preparación deportiva. En este sentido, ha sido un año de lesiones y aunque apenas he podido competir he intentado no perder la forma y la motivación.

Mi diario era el siguiente: me levantaba a las 6:30 de la mañana para poder estar en la universidad a las ocho. Las clases, por lo general, acababan a las tres de la tarde, hora a la que salía a toda prisa para coger el autobús e ir al gimnasio para entrenar un par de horas. Después volver a la universidad o a la biblioteca. Normalmente llegaba a casa sobre las nueve o diez de la noche, justo para cenar y ponerme de nuevo a estudiar. Cuando podía dormir cinco horas era un triunfo. Los fines de semana volvía a mi casa para estar con la familia y entrenar con mi guía Juanan.

Ha sido un año impresionante en todos los sentidos.

Ahora estoy metido de lleno en la preparación de mi primer maratón. Poco a poco he de hacerme a la distancia y volver a buscar mi máximo en unos años. El próximo día 17 de noviembre, si Dios, quiere haré mi debut en el Maratón de Valencia. Tomaré esta prueba con toda la prudencia que pueda y el respeto que me da, pero con la intención de conseguir una marca para que me inviten el año que viene a la Copa del Mundo de Maratón en Londres.

Muy difícil será este año compaginar entrenamientos y estudios pero es lo que hay…

Tengo nuevos guías y nuevas ilusiones y, lo más importante para la preparación deportiva, una nueva meta.