domingo, 26 de agosto de 2012

Días en la Villa Olímpica (I)

Mi compañero Oriol está durmiendo la siesta. Esta vez la habitación parece distinta a la de otras ocasiones. La ventana está medio abierta y se escucha el murmullo incesante de la gente al pasar. El murmullo es algo distinto también, la sonoridad es confusa y no se aprecia bien en que lengua hablan o más bien, parecen hablar varias a la vez. De repente, suena un reactor como el de los aviones y es que debe haber un aeropuerto bastante cerca, pues no es la primera ni creo que esta sea la última vez que lo escuche.

Por las noches, en la madrugada, los primeros días noté un fuerte chirrido de lo que a buen seguro era uno de esos trenes que se acercan hasta este lugar. De vez en cuando, y sobre todo a primera hora de la mañana, siento como golpean unos pares de zapatillas en el asfalto, llevan un ritmo que me es familiar, ritmo acompasado, de zancada amplia y de pisar firme, yo diría que entra de metatarso y posiblemente vaya por debajo de 3:20 el km. Es el ritmo de maratón, nada suena tan acompasado como ese pisar. Son los maratonianos en su rodaje, posiblemente en ayunas, preparando lo que pueden ser sus últimos rodajes largos. Siempre a la misma hora, aunque no todos los días.

Desde la ventana de mi cuarto puedo apreciar muchas cosas mientras espero al amanecer y un nuevo día en la Villa Olímpica. Si amigos, estoy en la Villa Olímpica, en Londres. Ahora puedo decir bien alto que lo he conseguido, que ya estoy aquí.

Cuatro años de duro trabajo. Cuatro años de sacrificios no sólo por mi parte, también por la de mi familia y amigos, pero cuatro años también de felicidad, de esfuerzo y de superación personal. Cuatro años de buscar dónde está el límite. Y aquí está la recompensa. Atrás quedan esos días en los que te levantas y te cuesta ver la luz, en los que la desidia o el agobio por hacer una marca no te dejan conciliar el sueño, días en los que lo ves todo negro, pero que sabes que siempre hay alguien a tu lado que te ayudará a superar el trance y te hará salir con más fuerza de ese agujero que no es otro que tú cabeza.

Todo eso ya pasó. Ahora estoy aquí y os voy a contar como es esto, mejor dicho, intentaré hacerlo porque no es nada fácil de explicar. Jamás vi nada igual. Ningún campeonato internacional se le parece ni de lejos. Ni siquiera un mundial. Esto es lo más grande que puede vivir un atleta.