lunes, 4 de junio de 2012

La sombra del miedo

Ante las grandes citas, a medida que se va acercando la hora de darlo todo, cuando además las oportunidades que tienes para hacer la marca deseada son pocas y se te están acabando, es cuando realmente llega el momento de la verdad: el día en el que tienes que demostrar todo el trabajo que has realizado. Ese día ha de ser casi perfecto. El trabajo ha sido duro, tú sabes que tienes la marca deseada en tus piernas y es el momento de demostrarlo.

En todo este periodo en que he ido creciendo como atleta, en muchas ocasiones, he tenido que enfrentarme al crono, a las inclemencias del tiempo, a mis rivales y, por supuesto, a más de una lesión. Siempre he salido airoso en estos lances, al final, de una u otra forma he conseguido vencer mis miedos.

Mis entrenamientos no solo están basados en el aspectos físico, también le doy mucha importancia al terreno psicológico. Siempre he creído en mí, en mi entrenador y en sus extenuantes papelas que a diario sacan lo mejor de mí. Además, están esos fantásticos guías que me ayudan y el increíble equipo que hay detrás de todo este esfuerzo.

Ahora bien, cuando llega la hora de la verdad, estas sólo. Eres tú el que tiene que demostrar lo que realmente vales.

El pasado fin de semana, acudí al Meeting Internacional de Hospitalet, en busca de una marca: el récord de España de 5.000 y la mínima B para poder asistir, nada más y nada menos, que a unos Juegos Paralímpicos, el mayor sueño para un atleta.

Como decía, siempre he confiado en mí y en el trabajo que he realizado y eso te hace fuerte. Pero las últimas dos semanas, antes de la gran cita, empecé con importantes problemas musculares y eso hizo que tuviera que bajar en mis entrenos e incluso algún día tuve que quedarme en la cama.

Viajé a Barcelona tomando antiinflamatorios y, aún así, intenté mantener la motivación al máximo. Llegué en el avión de las ocho de la mañana y a las diez, ya estaba rodando con mi amigo Ignasi y el gran Oriol, mi guía. Soltamos patas, como se suele decir, y acto seguido nos metimos en una piscina con el agua muy fría, algo que me vino de maravilla. Pero, llego la noche, llegaron las dudas, los agobios por no haber entrenado lo suficiente. Tu respiración cambia, ya no tiene la fluidez que acostumbra y, poco a poco, te va entrando esa angustia que se va tornando en ansiedad a medida que van pasando las horas y la competición se acerca.

Esto es fatal para tus pretensiones y te va consumiendo toda la energía que luego vas a necesitar. Los pensamientos son negativos y es la pescadilla que se muerde la cola, entras en una especie de bucle o de agujero negro del que, o te das prisa en salir, o estás perdido. Yo siempre he podido con esto y nuca lo he dejado crecer: no se puede alimentar a la bestia, pues entonces todos tus temores salen a flote y se hacen contigo.

Uno de mis trucos es pensar en disfrutar. Repetirme a mí mismo: ¿por qué hago esto? Y la respuesta la tengo clara: porque es mi vida y es con lo que disfruto.

Aquel día el problema fue que el subconsciente me jugó una mala pasada. Me acosté tranquilo y con ganas de ver el nuevo día. Cuando llevaba cuatro horas de sueño profundo, me desperté de pronto, con problemas para mantener una respiración sosegada y con bastante ansiedad. La noche fue un calvario, las horas no pasaban y tuve que estar haciendo ejercicios de respiración y aplicar todas las técnicas de relajación que aprendí años antes en el fantástico laboratorio de excelencia deportiva de la UCLM.

La mañana se presentó fantástica para el objetivo que me había llevado hasta allí. Sólo existía un problema y era que el miedo había hecho presa de mí. Un miedo atroz, algo que no había sentido en mi vida, ni tan siquiera en otras competiciones internacionales en las que ya había participado. La gran suerte para mí fue que estaba rodeado de dos de los integrantes de mi equipo: mi amiga Yolanda, que es la que se me ocupa de mis gestiones y me ayuda en mi carrera deportiva, y mi excelente guía Oriol. Además, contaba con los gritos de ánimo de mi amigo Ignasi, del excelente publico que se encontraba en la pista e incluso de los atletas que corrían conmigo y que me animaban a conseguir mi objetivo, como fueron Mª Carmen Paredes; su marido y guía, Lorenzo; y el gran atleta Iván Hompanera.

Al final, récord de España y mínima B.

Gracias Oriol, por confiar en mí, gracias por la excelente carrera que hiciste, por tus incansables ánimos y por saber exactamente cuándo y dónde tenías que apretarme en la carrera.

De esta carrera no sólo me quedo con la mejor marca de mi vida, sino con el hecho de haber superado ese miedo. Esto sí que es importante, pues es muy seguro que volverá a aparecer, pero entonces me encontrará mucho más fuerte.