viernes, 25 de febrero de 2011

Mi equipo

Es agradable levantarte cada mañana y saber que no estas solo en tu reto. Yo tengo la suerte de tener un gran equipo de apoyo en todos los aspectos que os podáis imaginar. No sé por donde comentar porque todos son importantes, desde el primero hasta el último.

Os hablaré de mi entrenador, David Rodríguez García, con sus entrenamientos a cual más sorprendente. No hay ninguno igual, la gran variedad de entrenos hace que mi cuerpo tenga que responder cada día de una forma distinta y así se va preparando para cualquier inclemencia que surja en carrera. Son muchos los entrenamientos en los que pienso cargármelo, pero al final acabo disfrutando. Él sabe cómo y cuándo darme mi momento de respiro y siempre estamos en comunicación.

Mi guía de siempre, Juan Antonio Araujo. ¡Pedazo de chico! Corazón y pundonor son dos de sus grandes cualidades. Es una persona de esas que cuando aparecen en tu vida es para siempre. Lleva practicando atletismo toda la vida y luchando contra las lesiones que le limitan bastante, pero amigos, ahí sigue, impertérrito ante las circunstancias y con la ilusión puesta en cumplir con nuestro sueño: las Paralimpiadas de Londres.

Ahora la gran noticia: mi nuevo guía. Siempre le he considerado, tanto a él como a su hermano, algo más que un atleta dentro de este mundillo. Son de esas personas que están hechas de una pasta especial. Se trata de Fernando Rey. ¡Qué os voy a contar que no sepáis de él! Campeón de España de 10.000, internacional en multitud de ocasiones, poco más de una hora y dos en media maratón y unos registros en diez y cinco que son para andarse con cuidado… Ahora él esta acabando un master y aprovechando esta circunstancia, en la que deja de competir al máximo nivel, le propusimos la idea de ayudarme en este reto y aceptó sin pestañear, encantado y con la ilusión que le caracteriza. Tanto Julio como él son gente de gran corazón, siempre con la sonrisa y la humildad por delante. En fin, que estoy muy contento de entrenar con él y parece que vuelvo a ilusionarme y a tener ganas de hacer kilómetros. Tengo que cambiar el chip para meterme en el fantástico mundo del Maratón y, además, con este fuera de serie. Ya hemos rodado y metido algún entreno y la verdad es que la altura no parece ser un hándicap para correr. He disfrutado mucho con los tres entrenamientos que llevamos y parece que la cosa va bien.

También está en mi equipo Javi Núñez, otro gran atleta que además es médico deportivo, y de los buenos. Él sabe siempre de mi evolución y ya me ha librado de alguna lesión de esas que fastidian en los peores momentos. En cuanto tengo algún problema, rápidamente localiza la lesión y nos ponemos a trabajar sobre ella. Es como tener preferencia en el taller cuando se te rompe el coche, todo un privilegio.

Por último, y no menos importante, mi club: el Club Paralímpico de Castilla-La Mancha. Yolanda, Romera, Juanfran, Carlos y Juan son los responsables de este gran club y quiero nombrarlos a todos pues son imprescindibles para todos los que formamos parte del equipo. Mi club es más que una institución, son personas de gran sensibilidad con nuestro deporte y se vuelcan todo lo que pueden para ayudarnos. Enhorabuena por vuestro trabajo y muchísimas gracias por todo lo que hacéis por nosotros.

jueves, 17 de febrero de 2011

La figura del guía de atletismo

Para ser guía de un atleta ciego no basta con tener calidad suficiente como para poder llevarle, existen otros muchos factores que hay que tener en cuenta y que, a la larga, son los que hacen posible que las cosas funcionen.

Cada vez hay más atletas de élite que se ofrecen para tan bonita labor y eso es de agradecer por nuestra parte. En el reciente Campeonato del Mundo, celebrado en Christchurch, se ha podido constatar que los atletas ciegos corren muchísimo y son capaces de realizar registros de gran consideración, por eso es muy necesario que haya atletas de alto nivel que se presten a hacer de guías. Si un corredor ciego es capaz de marcarse un registro de quince poco en el 5.000 y de treinta y dos en el 10.000 ¡imaginaos como tiene que ser el atleta que lo lleva! Si el ciego va a tres pelao, su guía tiene que ser capaz de ir a dos cincuenta para tener un margen suficiente.

Un aspecto muy importante a tener en cuenta es que la relación entre guía y atleta no sólo consiste en correr, hay que convivir, es decir, el guía nos tiene que ayudar a elegir la comida, acompañarnos al servicio, recogernos en casa para ir a la pista y echarnos una mano en cualquier cosa no podamos hacer por nosotros mismos. Es cierto que en muchas tareas somos autosuficientes, pero aún no somos supermanes… Además, si no te Llena compartir sufrimientos, alegrías, entrenamientos agónicos y rodajes interminables codo con codo, no es posible.

Esto es atletismo del más alto nivel. Nosotros lo damos todo, como en la élite, nos cuidamos igual, entrenamos al límite de nuestras posibilidades y, al fin y al cabo, el esfuerzo es el mismo aunque los ritmos, lógicamente, no sean igual.

En mi opinión, la cualidad más importante que debe mover a un guía es el ALTRUISMO, si no te mueve ese sentimiento no será posible la comunión entre ambos. Afortunadamente poco a poco las cosas han cambiado y ya existen becas para que los guías tengan una motivación extra para ayudarnos, porque el tiempo que nos dedican es importante y se lo tienen que quitar a sus familias o amigos. Algunos tienen la suerte de poder dedicarse exclusivamente a esto y hacer de ello su trabajo, pero son los menos.

Considero que para que todo el engranaje funcione a la perfección, al guía le debe mover el altruismo, sentir por el atletismo el máximo respeto y haber hecho de él y de sus valores los suyos propios, que le guste compartir el éxito y el fracaso de un amigo, que se emocione cuando él se emocione, porque es gracias a él y a su gesto por lo que se consiguen los éxitos. Un consejo, muy personal, para alguien que se plantee ser guía: hazte amigo del atleta, comparte abrazos, sudor y lágrimas y la recompensa será infinita para ambos.

Tengo grabado en mi recuerdo el gran momento que viví en la cámara de llamadas junto a Oriol, ese chico, ese gran atleta, que de un día para otro se ofreció a llevarme en la final de 5.000 del campeonato del mundo, ante la lesión repentina de mi guía. BUEN CORAZÓN EL DE ESTE MUCHACHO. ESTO ES DE LO QUE OS HABLO. Cuando estábamos esperando para correr la final vimos como el gran Odair y su guía cantaban una especie de samba brasileña, cogiéndose hombro con hombro y entonando esa bella melodía, calmada y realmente plena de felicidad. ¡Impresionante! Grandes amigos, grandes atletas.

Otro día contaré más anécdotas de este tipo que tengo la suerte de vivir con los que comparten esto conmigo.

lunes, 7 de febrero de 2011

Mundial de Nueva Zelanda (V) - Competición, el resultado de tu trabajo

Teníamos un amigo poco agradable entre nosotros, la gripe. Poco a poco se fue apoderando de algunos de nosotros, añadiendo un peldaño más que superar en nuestra competición. En mi caso, ya me daba igual cualquier cosa, llevaba mucho tiempo “entrenando” mi cabeza para cualquier contratiempo que se presentase a última hora. Fastidia mucho porque baja tu rendimiento, pero lo mismo les pasa a tus rivales, al fin y al cabo todos vamos igual. Alternando las sudadas típicas en la cama y los dolores de cabeza y de ojos, fuimos pasando los días de la mejor manera posible, bebiendo mucha agua y a base de paracetamol.

Yo tenía claro que las medallas estaban muy difíciles, pero ese día nunca se sabe…. Mi intención, como siempre, era reflejar el trabajo que había hecho en los entrenamientos e intentar superarme en cada prueba. Mi primera carrera en este Mundial fue el diez mil, el primero de la temporada y dónde más opciones tenía de estar arriba. Salíamos sin miedo y con la intención de superar a mis amigos europeos y hacer la mejor marca posible. Me encontré muy bien durante toda la carrera y conseguí un registro excelente, conseguí mi mejor marca y rebajé el record de España en casi dos minutos. Esto es genial, pero como siempre te queda algo de pesadumbre. En mi caso, se llamaba Wada, el atleta japonés que llegó delante de mí. Le oí cambiar desde lejos, tenía un correr extraño, con un fuerte zapateo, parecía que iba mal, pero no, era su forma de correr. Como yo me encontraba fuerte quise tirar detrás de él, pero no pudo ser. Al final, un quinto puesto que no está mal y por detrás Andrea Cionna y los portugueses. ¡Qué grande es Andrea y qué clase tiene! Consiguió recuperarse del tropiezo con mi guía y casi nos pilla. El último día de competición, se proclamó subcampeón del mundo de maratón en este Mundial.

Mi otra prueba fue el cinco mil, con la peculiaridad de que tuvimos las semifinales y la final en dos días seguidos. En la semifinal, llegue tercero, dejándome ir, sin gastar y casi andando, batí mi record de España haciendo un marca muy decente. Pero, como ha sido la tónica habitual en este campeonato, tuvimos una fatalidad: a falta de seis vueltas para el final mi guía se lesionó. Llegamos sin forzar para que no se rompiese más de la cuenta. Una vez que lo valoraron los médicos, el diagnóstico cayó sobre nosotros como una jarra de agua fría, se había roto el gemelo y no podía correr la final.

Bueno, un lance más de infortunio que había que superar. Pronto se ofreció para llevarme en la final el bueno de Oriol. Es un tío magnífico, el guía de los hermanos Ávila. Muy rápido, pero demasiado bajo para mi. Sin embargo, en esta ocasión, esto no era un problema: gracias a él podía correr la final de un Mundial.

Esa mañana me levanté peor que ninguna, el sudor frío de la noche me hizo estar muy destemplado y apenas podía respirar. Me vendaron el pie como todos los días, me pusieron unos algodones en la nariz con algo parecido a Vip Vaporup y ni por esas. Daba igual, yo estaba muy animado y disfrutando de mi final. Pronto salimos a calentar y a cada paso yo veía que ese día tendría que sufrir mucho para hacer un buen papel. Nada más salir a pista, en una de las pocas rectas que nos dejaron hacer, me llevé por delante al guía de Luis, el atleta mexicano y me torcí el tobillo que me quedaba sano. Grité de dolor y enseguida escuché a todos mis compañeros: “venga Ricardo, ánimo, con dos …” Con su ánimo y los de Oriol salimos a por todas y a hacer nuestra carrera con el objetivo de quedar por delante de los portugueses y hacer un quinto o sexto puesto.

El gran Oriol se marcó una carrera excelente y eso que nunca había hecho de guía de un corredor ciego. Yo iba pálido y sufriendo lo indescriptible, escuchaba en mi cogote la respiración casi agónica del portugués Ricardo Vale. ¡Qué forma de sufrir también!, él que tenía bien agarrada la gripe y el tío aguantó hasta el tres mil de forma agónica. Yo sabía que, con ese trancazo, no aguantaría a ritmo de tres veinte, a pesar de que ese chico es el Campeón de Europa y tiene una marca muchísimo mejor que la mía, pero lo que decía antes: no era su día. Al final, batí otra vez mi record de España, llegando a meta descuajeringado total.



Para mi ha sido un mundial fantástico en cuanto a las marcas realizadas, he mejorado muchísimo y de aquí a Londres creo que lo puedo mejorar mucho más. El mundial me ha servido para conocer como están mis rivales, coger experiencia y aprender de ellos y también para saber que si ellos pueden correr así, yo también puedo. Hay que reconocer que la gente esta muy fuerte, corren como galgos, es increíble que los ciegos puedan correr así. Me han impresionado el gran corredor brasileño Odair, el chileno, el mexicano y, bueno los keniatas y sudafricanos que ya sabemos como son.

Ahora quiero correr desde otro punto de vista, al máximo nivel, competir mucho más pues es algo que apenas hago y es absolutamente necesario para pillar ritmo y experiencia. Mis rivales corren muchísimo y es que no paran de competir, aparte de que algunos son de otro planeta.

Yo me veo en maratón y creo que puedo hacer un buen diez mil preparándome para ello.

Londres será muy difícil después de lo visto en Christchurch, pero confío en mí y sé lo que puedo dar en el máximo sufrimiento.

En este momento tengo a los dos guías lesionados, pero yo no voy a parar y voy a preparar maratón aunque sea en una cinta de correr, luego ya veremos quien me lleva.

Quiero dar las gracias a mi club por todo lo que me apoya, es increíble la sensibilidad que tienen con el deporte paralímpico y hoy por hoy son los responsables directos de que yo pueda cumplir mi sueño.

domingo, 6 de febrero de 2011

Mundial de Nueva Zelanda (IV) - Danza Maorí

Por fin llega la ceremonia de inauguración. Más de mil atletas desfilando por el centro de Christchurch. Poco a poco, los voluntarios nos van colocando por países, unos junto a otros formando un gran círculo y en el centro nos obsequian con una danza maorí. Es la danza que usan los Old Black, jugadores de rugby, para amedrentar a sus rivales. Me choca con que respeto los neozelandeses atienden al pueblo maorí, es su cultura y, entre otras cosas, respetan muchísimo a sus mayores.

Durante toda mi estancia he sido tratado siempre con una educación exquisita: la gente siempre con una sonrisa en la cara, el tono de sus voces suave y delicado. Da gusto entrar a una tienda o una cafetería y recordar que nuestros padres no se equivocaron al enseñarnos buenos modales y a tratar a los demás con respeto y educación. Es curioso, pero te das cuenta de esto cuando compruebas a tu vuelta que aquí las cosas no son así. Mínimamente respetamos a nuestros mayores, a los niños les consentimos casi todo y no les privamos de nada, muchas veces vamos acelerados sin saber siquiera a donde, es un caos que vemos normal y ahí está el error. Bueno, no quisiera ponerme transcendental, es solo que cuando una sociedad tiene los valores claros la tranquilidad fluye de ella misma y se retroalimenta haciendo que el proceso se repita de forma automática y todo vaya bien. Así son los neozelandeses, al menos la gran mayoría.

En las tiendas, cafeterías y en todo tipo de establecimientos, se puede pagar con tarjeta de crédito, aunque sea un solo café o una fantástica galleta tipo cookie de un dólar. Esto agiliza las compras y no hay que llevar dinero líquido, algo que allí es habitual.

Es una tierra de agricultores. Tienen mucha fruta y verdura, buena carne y buenos corderos. Conocida es la lana de estos parajes, de mucha calidad. La isla está rodeada de grandes bosques y uno de ellos es el famoso bosque donde se rodó “El Señor de los Anillos”. Sus playas, al menos las que yo vi, no están mal pero sus aguas son bastante frías. Ballenas, mantas, rayas y algún que otro tiburón rondan sus proximidades. El sol, cuando sale, te quema y hay que darse mucha protección, no olvidemos que el agujero de la capa de ozono está justo en esa latitud.

En el país se conduce por la izquierda, como en Inglaterra. Impresiona bastante cuando ves que el autobús toma la glorieta justo en el sentido contrario al nuestro y parece que nos fuésemos a chocar de frente con otro vehículo. Otra curiosidad es que cuando tiras de la cadena en el baño el agua gira justo al contrario de las agujas del reloj. Lo mismo pasa en las carreras de caballos, van justo al revés que aquí.

La comida típica es la del pueblo maorí: especiada y a base de verduras, pollo y cordero. Muy rica y sabrosa. Una noche, tuvimos la suerte de ir a cenar al jardín botánico, donde hay un fantástico restaurante dirigido por un español que nos atendió magníficamente y nos dio de sus mejores viandas: choricito, que hace el mismo, rabas de calamar y otros entrantes, que a tanta distancia de la madre patria, saben mejor que nunca. Los segundos platos, a cual más rico y los postres espectaculares. El precio nada mal y el marco impresionante. Ni que decir tiene que la compañía de la mesa fue una autentica delicia: Santi Sanz, el gran David Casinos y su mujer, Isa, Javi, Jessica y otros muchos, que hicimos de la velada un momento de relax en medio de la competición.

sábado, 5 de febrero de 2011

Mundial de Nueva Zelanda (III) - Amanece en Christchurch


Son las cinco de la mañana y hay que ir a desayunar pues nuestra adaptación ha de ser así, no olvidemos que competimos a las nueve de la mañana  y al cuerpo hay que acostúmbralo antes, si es que hay alguien que lo pueda acostumbrar en estas circunstancias de tantas horas de diferencia.

¡Qué bueno el desayuno! Cereales de esos que aquí no ves, típicos americanos  y grandotes, yogur algo ácido y lleno de frutas del bosque que con miel está buenísimo. Un buen plato sopero de cereales y otro de frutas ya preparadas, con melón, sandía y una excelente piña natural. Para beber, el típico zumo de naranja y café americano, es decir agua manchada,  pero calentita. Por supuesto yo no puedo desayunar sin mis tostadas con su oro líquido, en esta ocasión me llevé botellitas de aceite de Córdoba, ¡ahí es ná! Ese aceite y mi vinagre de Jerez, que también me llevé hasta allí, no faltó en ninguna de mis ensaladas.

Antes de coger el autobús hacia las pistas para el entrenamiento, nos tomamos el cafetito de rigor en un bar al lado del hotel. El precio, 4 dólares, un pelín caro, pero el que es muy cafetero…

El autobús circula despacio y va parando en todos los hoteles para recoger a los atletas de todos los países. Es curioso, pero al principio del campeonato todos nos observamos y mantenemos las distancias para no dar pistas, nos saludamos cordialmente  pero no conversamos más allá de un qué tal.

Llegamos al estadio y se empieza a oler a campeonato. En el ambiente hay algo especial, la tensión se  percibe  por todos los recovecos de las instalaciones.

Tenemos dos pistas, una de calentamiento y otra de competición, separadas por apenas cien metros. Junto a la pista de calentamiento han colocado, a modo de boxes de Formula 1, unas carpas dónde cada país tiene instalado su equipo: sus bebidas, las camillas de los fisios y todo lo necesario para nuestros cuidados. En esas carpas también nos cambiamos y salimos justo a pie de pista a calentar.

La pista de calentamiento es como una alfombra, mullidita quizás en exceso  y el cambio a la de competir es muy brusco ya que es mucho más dura. Algunos, como Gustavo y mi guía, pueden dar fe de ello con las lesiones que se produjeron. Gustavo se rompió cuando iba primero en el 10.000 y mi guía ya os contaré más adelante.

En fin, pronto me cruzo con alguno de mis rivales entrenando y empiezo a valorar, sin querer, su estado de forma y el de sus guías. Todos están muy finos,  pero nosotros también.

Acabamos el rodaje y aunque estamos cojos hacemos unas rectas rapidillas para que no se diga.

Al terminar el entrenamiento, nuestra sorpresa es que el complejo deportivo tiene turbina de frio y jacuzzi. Y allá vamos, a meter las piernas a menos diez grados para recuperar. 

La rutina se repite esta primera semana hasta el comienzo del campeonato.

viernes, 4 de febrero de 2011

Mundial de Nueva Zelanda (II) - Salimos a correr

Poco después de habernos instalado en el hotel, salimos a correr 15 minutos de trote muy suave para soltar las piernas después de haber pasado tantas horas sentados en el avión. Las piernas están hinchadas y hay que tener muchísimo cuidado, aún así es muy positivo hacer ese trote. La ciudad invita a correr, totalmente llana y rodeada de hermosos parques con ríos que los atraviesan con su cauce tranquilo, aguas cristalinas procedentes de las montañas  y del monte Cook, de una altura parecida a nuestro Teide. Las grandes llanuras hasta llegar a Christchurch, dejan al río navegable y en el se pueden ver góndolas de tipo venecianas, pero a motor. El parque por el que corremos está repleto de árboles de muy diversas especies y la flora y  las aves envuelven el paseo del caminante de tal manera que a uno le parece estar  en consonancia con la naturaleza y entrar en un espacio casi paradisiaco donde la vida toma ese color tan particular que posee, es una luz que ilumina todo y hace que nuestra oscuridad se quede al pie de la entrada a estos jardines. Todo ese estrés y preocupaciones  que nos rodean y nos vuelven de color grisáceo quedan atrás. Es como pasar de una película en blanco y negro  a otra en color. Todo está verde y muy cuidado. Gansos, patos y las otras especies típicas del lugar salen a nuestro paso y en alguna ocasión se nos cruzan en los innumerables puentecillos que vamos cruzando. Aquí llueve casi todos los días un poquito y de ahí la exuberancia de la naturaleza.

Trotamos por una especie de gravilla que amortigua bastante nuestra pisada, algo que se agradece bastante. Pero nada más salir del parque, y tras la borrachera para mis sentidos, la fatalidad hace que al pasar por las cuatro escaleras que hay en toda la ciudad me tuerza el pie, que ya traía muy tocado, y se me reproduzca un esguince que me ha fastidiado durante todo el campeonato. Pero, afortunadamente, iba preparado para vencer cualquier obstáculo que se presentase, la cabeza estaba fuerte y tenía medios para paliar mis dolores con los excelentes profesionales de nuestro servicio médico: Amaya, Bego, Isa y nuestro paisano Kiko  son unos fenómenos. 

Un poquito de tratamiento, unos vendajes y a seguir.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Mundial de Nueva Zelanda (I) - Impresiones de un novato

Después del durísimo trabajo realizado durante los últimos meses, por fin pudimos asistir al Campeonato del Mundo de Nueva Zelanda. ¡Mi primer Mundial!

Mucho se ha escrito ya en diversos medios sobre el gran papel de nuestra selección en el Mundial y de los fantásticos logros de mis compañeros. Así pues, yo voy a hablar un poquito de esos otros detalles que van más allá de los resultados obtenidos.

Ya la palabra Mundial, suena grande, majestuosa y además lleva intrínseco, si hablamos de atletismo, esfuerzo, sacrificio, sudor, lagrimas, emociones indescriptibles y por encima de todo, la excelencia deportiva.

Este ha sido un campeonato que, por circunstancias, se ha desarrollado muy lejos del hogar de muchos de nosotros y eso lleva consigo el desagradable efecto del jet lag. Para los que no lo sepan, se trata de un desarreglo de los ritmos circadianos de nuestro cuerpo, pues a medida que vamos alejándonos de nuestro hemisferio, por cada hora que avanzamos o retrocedemos en el viaje, necesitamos un día de recuperación. Nueva Zelanda está justo en nuestras antípodas lo que significa que hay doce horas de diferencia con nuestro país. Después de más de día y medio de vuelo, tu cuerpo no sabe si hay que comer, desayunar o cenar, así como si hay que dormir o estar alerta.

Nada más coger el avión en Barajas decidimos, por prescripción médica, adelantar el reloj doce horas con el fin de ir adaptándonos al horario que íbamos a encontrar a nuestra llegada. Así pues, cogimos el avión de las tres de la tarde y para nosotros fueron de repente las tres de la mañana. Intentar dormir, algo complicado…

También hay que cambiar la medicación. Por ejemplo, los diabéticos deben cambiar las horas en las que se inyectan la insulina, en mi caso la pomada de la noche, toca ahora por la mañana. En fin, manos a la obra.
Ya en la ciudad de Christchurch (Nueva Zelanda), y tras las típicas caras desencajadas y algo pálidas del largo viaje, nos encontramos con un país distinto al nuestro en muchos sentidos. El verano anunciado no era tal y los vientos procedentes del Polo Sur y del Pacífico desmejoraban mucho nuestras expectativas del conocido verano austral. La ropa que llevábamos era de verano, verano y con lo friolero que yo soy lo primero que hice fue comprarme unos forros polares y el chaquetón de rigor.

Aparte del clima, la Ciudad de los Vientos nos recibió con otras delicadezas de esa parte del hemisferio. La ciudad es como esas típicas inglesas o americanas con el jardín a la entrada, con su césped recién cortado y sin ningún tipo de valla que proteja la casa. De madera, muchas con buhardilla y unido el césped con las aceras. Aceras perfectamente uniformes, sin bordillos ni farolas de por medio, ni cualquier otro tipo de mobiliario urbano que pueda interrumpir el transito de una silla de ruedas o de una persona ciega de paseo y con rebajes suaves.

Las calles son anchas y las aceras también y no parece que existan problemas de aparcamiento, pues se utilizan mucho los garajes y el transporte público como el tranvía, que además le da ese aspecto tranquilo y bohemio a la ciudad. En definitiva, una ciudad llana y accesible al cien por cien.

También hay algunos edificios de gran altura y a uno de ellos fuimos a parar: hotel Chancelot con 24 pisos de altura. Nosotros estábamos en el piso 22. La habitación era amplia con grandes camas y un ventanal que ocupaba todo el ancho de la pared y desde donde se veía toda la ciudad. El ventanal no tenía aperturas por ningún sitio para evitar que nadie salte al vacío, eso fue una de las primeras cosas que me sorprendió. Lo siguiente que me chocó fue el primer terremoto que vivimos, sonó como cuando se resquebraja la tierra, parecido a un trueno seco de la típica tormenta de verano, de esos veranos secos de mi tierra. Acto seguido, nuestro edificio empezó a oscilar como un péndulo, suavemente, encajando la onda expansiva y haciendo que mi guía y yo nos quedásemos perplejos, mirándonos el uno al otro, sujetos a las pared y atónitos ante el espectáculo. Allí nada cambió, miramos por la ventana y en la calle todo seguía su curso normal, la gente paseando tan tranquila, como si no hubiese pasado nada y eso nos dio tranquilidad. Unos diez temblores más sufrimos los días posteriores, uno de ellos de 5.2 en la escala Richter, fue el más fuerte y como consecuencia se produjeron grietas en los cristales y en los marcos de las puertas, aunque pequeñas. Llevan más de cuatro mil replicas desde el gran terremoto de el año pasado y esto allí era normal…